Joaquin Fernández
Joaquin Fernández
Ya no soy una persona joven, bajo ningún concepto, pero mi mente, antes de ser invadida por esta negrura, era joven y vital hasta el extremo. Hoy, y este es uno de los pasos que doy, mi mayor deseo es expulsar de mi tanto la depresión como la ansiedad.
La primera me quita toda recompensa y me dificulta la mayoría de actividades, la segunda es como tener un caballo pisándote el pecho en muchos momentos del día; en esos momentos, cuando el dolor es fuerte, lo único que me sale es hacerme un ovillo e intentar regular la respiración.
Quizás la forma más personal de comenzar esto sea con el comienzo de la famosa obre de Herman Neville Moby Dick "Podéis llamarme Ismael", así la ballena blanca y el obsesionado capitán Ahab se convierten en mis demonios y yo me encuentro en un barco ballenero varado.
No sé cuando exactamente fue. Más o menos hace dos años, cuando de repente, me di cuenta que algo se había roto dentro de mí. Un estrés crónico me había conducido a unos niveles de ansiedad que no podía manejar y de repente algo pasó dentro de mí. Poco a poco me di cuenta que aquello tenía un nombre y era depresión.
No es una historia nada espectacular, es un proceso común cuando tu psique recibe muchas tortas por donde menos te lo esperas y bueno aquí estoy.
Las partes positivas son que en la mayoría de los casos estoy operativo, que no me da verguenza pedir ayuda, que entiendo, o al menos creo entender, lo que me pasa. Que no rechazo la medicación y que estoy escribiendo esto sin mayores tapujos.
La otra cara de la moneda es la clara sensación de no mejorar, sino todo lo contrario, con el cansancio y el dolor.
Tengo la sensación que por más que se hable últimamente de ello, somos invisibles y recibimos consejos peregrinos como "lo tuyo se arregla con unos Gin Tonics" , "¿Qué haces que no te pones bien de una vez?", "¿No te das cuenta de todo lo bueno que hay en tu vida?".
Bueno yo quiero estar a disposición de cualquiera que necesite comunicarse, sé que la soledad no es buena, lo sé bien ya que vivo en ella.
Lo dicho aquí estoy.
Afronto cada día como un reto para vivirlo, hacer mi trabajo lo mejor que sepa y creo firmemente que un día esto pasará.
Un consejo: no os hagáis invisibles y pedir ayuda, no tenéis la culpa de lo que os pasa, solamente lo sufrís y se sufre mucho.
Un abrazo fuerte.