Gema Marin Granados
Gema Marin Granados
Tengo 49 años y llevo desde los 29 años con parkinson, una enfermedad crónica, incurable, cruel.
En toda mi extensa familia no se conoce familiar alguno con la enfermedad, de ahí, que, tan joven y sin tener antecedentes familiares, cuando me dijeron lo que tenía, mi perplejidad fue gigante y dolorosa.
Pero, tan joven, no puedes permitirte estar lloriqueando por los pasillos de tu colegio, ni tan siquiera puedes abandonarte y que sea el parkinson el que maneje los hilos de tu vida... ¡para nada!
A los pocos meses de saber que tenía parkinson me hice una promesa: VIVIRÉ MI VIDA TAL Y COMO LO HABÍA PREVISTO, Y QUE LE VAYAN DANDO.
Mis inicios fueron agridulces: por un lado, me había recién casado y por otro, la palabra parkinson, no podía quitármela de la cabeza.
Siempre soñé con una llamada del hospital diciéndome que todo había sido un error... que... ¡MENTIRAS! ¡¡TODO ERA MENTIRA!!
Me convertì en la persona màs mentirosa del mundo, y lo peor, era a mí misma a la que estaba mintiendo. Y eso no podìa ser.
Siempre he sido muy positiva, siempre he cultivado cardos borriqueros para, luego, o decir que eran preciosas flores del campo (las cuales aprendí , a base de mucho ensayo error) y asi eran.
Cada pensamiento que me hacía mal, cada cardo borriquero, le daba de tal manera la vuelta que los convertìa en lindas flores.