Francisco Gallego
Francisco Gallego
Me llamo Francisco, tengo 62 años, vivo en El Viso de San Juan y soy un enfermo alcohólico. Empecé a beber muy joven, me crié en un mercado, consumía normalmente a diario, cuando parábamos era prácticamente para comer y para beber. Tenía un problema pero no se agravó hasta que se murió mi padre. Para mí, mi padre era un pilar muy grande y se mató en un accidente de tráfico, ya estaba casado, tenía mis dos niños y me dio por beber hasta el punto que mi mujer me dijo que tenía un problema muy grande. Tenía 35 años. Mi hijo ya estaba estudiando fuera y no ha vivido prácticamente mi enfermedad pero mi hija ha sufrido mucho y mi mujer también.
El dinero en casa nunca faltó, me dedico a la carne y vendía mucho por los bares, donde también consumía. Mi mujer, en el momento que entraba en casa me lo notaba y se enfadaba mucho, había días que no se acostaba conmigo. Cuando se ponía así, le decía a mi hija que tirara todo el vino de la casa, lo hacía y le hacía mucha ilusión pero al día siguiente, volvía a beber.
Tenía una convivencia rara, mi mujer me perdonaba muchas veces, pero yo siempre ponía excusas. Le decía a mi hija que viniera conmigo, la dejaba en el coche y yo me metía en el bar, me tomaba mi copa y me iba a otro bar, luego, para colmo, en el matadero había máquina y me liaba con la cerveza. Llegábamos a casa y mi mujer le preguntaba a mi hija que si había bebido y la pobre, para que no discutiéramos decía que no y subía a llorar a la habitación. Es una cosa muy importante que tengo en la cabeza, la pena que les he hecho pasar a mi mujer, mi hija y también a mi yerno que me decía que no bebiera más y no le hacía ni caso.
Madrugaba mucho para ir a trabajar, mi mujer trabajaba, igual que ahora. A la hora que yo llegaba, estaba solo en casa, comía y me iba al bar, me tomaba mis dos o tres copas y cuando mi mujer venía yo ya estaba acostado, echando la siesta. Si no hubiera sido así, no hubiéramos aguantado el matrimonio tanto tiempo.
En la última discusión que tuve con mi mujer me fui cerca de donde trabajaba yo, me acerqué a las vías del tren, donde pasaba el AVE y llamé a mi hija, que me ha querido mucho y me quiere muchísimo, con locura, y le dije- mira hija te llamo para despedirme de ti, no voy a volver a verte- llamé para hacerle daño, le dije que me iba a tirar al tren. Son cosas que no se me olvidan.
Mi mujer me dijo que no podía seguir así y que tenía que cambiar, se ve que, en ese momento, se me encendió una luz y me busqué una asociación. También me influyó que un un día, un amigo mío, me dijo que tenía mala cara, que se me estaba poniendo de color cetrino y me dio que pensar; me recordaba a la gente que estaba en la calle viviendo en un banco.
Llamé a Alcohólicos Anónimos y fui al médico de cabecera sin decirle nada a mi mujer y le expliqué el problema, el médico me dijo que si estaba una semana sin consumir no tendría problema, pero ya había estado una y dos semanas sin consumir y le dije que si tenía un problema. Entonces, el médico por mediación de una enferma alcohólica, me dio el teléfono de la asociación AARIF de Illescas. Sin que nadie supiera nada en casa llamé, me dieron cita y fui con mi mujer y mi hija a Illescas sin que ellas supieran nada; quedaron asombradas cuando entramos en la asociación, me hicieron una entrevista Adrián y la mujer de Ángel y desde entonces estoy yendo a la asociación. Tenía un cuñado, que en paz descanse, que cuando le dije que me había apuntado a una asociación lloraba de felicidad.
Dejé muchas veces de beber, antes, cuando íbamos al pueblo, no bebía, tenía que conducir y era consciente de que no podía beber, pero una vez en el pueblo empezaban las excusas y me iba al bar. Dejar de beber, yo creo que lo intenta todo el mundo, pero si no se hace en una asociación, no se tiene la determinación de dejarlo, porque el alcoholismo es una enfermedad muy fuerte que te perjudica mucho a ti y a tu entrono. A mí no me perjudicó en el aspecto del dinero, aunque me gastaba mucho siempre tenía ahorrado para lo que necesitaran mis hijos, siempre llevaba en el coche 500 o 600 euros, manejaba más dinero que ahora. Ahora de 15 años para acá, llevo en el monedero a lo mejor 5 euros y al final de mes sigo con los 5 euros.
Mi familia me ha dado un apoyo total, total, total. Mi mujer ha estado yendo a la asociación conmigo todos los días, sin faltar ni un día, durante 14 años. Mi hija ha venido conmigo todos los días durante 5 años. Mi mujer siempre dice en la asociación, “un año de abstinencia, un minuto de confianza”. Siempre ha estado muy encima de mí, en mis trece primeros meses que los pasé sin salir de casa porque era trabajo-terapia-casa, siempre habíamos salido juntos a la calle y durante ese periodo siempre tuvo que salir sola.
Una de las muletas que tenido el primer año para no faltar ningún día en la asociación ha sido mi mujer, y la segunda muleta es el medicamento. Estuve tres años tomando medicamentos, no es que no quisiera beber, es que no podía porque el medicamento del tratamiento que tomamos, crea rechazo al alcohol, hasta que aprendí a decir –no quiero beber-. Mi mujer me daba las pastillas y aunque la hubiera tomado, me daba otra porque no se fiaba. Era muy contundente y le doy las gracias por ello. Me daba 20 euros a la semana y hasta hace poco, que me lo ha subido a 40. Siempre le digo a donde voy, ella es mi pilar, a todos los sitios voy con ella, además no paramos de un tiempo esta parte.
Llevamos quince navidades en los que no viene nadie a casa, ni vamos nosotros por este tema y lo llevamos bien, de momento así seguiremos. Si salimos a comer fuera, intentamos ir a primera hora para que no haya gente, lo mismo que a los centros comerciales que nos encanta ir.
He aprendido a marcharme de un sitio cuando no me encuentro a gusto. Me considero en ese aspecto algo contundente, pero no tengo porque hacer alguna cosa que creo que le viene mal a mi enfermedad. Mi pensamiento es no recaer y tengo que poner todas las barreras que sean posibles.
En la asociación AARIF llevo casi 15 años, es un puntal muy grande para un enfermo alcohólico, pero por mucho que uno vaya a la asociación, si uno no quiere, no va a salir de esto. Para mí es fundamental, ahora ya no voy tanto por el trabajo, en vez de tener mis tres terapias a la semana a lo mejor tengo una o una cada quince días, pero quiero retomarlas. Con motivo del coronavirus, están haciendo las terapias online y me gustan más que ir a la asociación.
La asociación es como una mesa llena de herramientas, de esas herramientas tienes que coger las que mejor te vayan. Aprendes a aceptar lo que te dicen, por ejemplo a mí me decían que no quería a mis hijos, cuando yo he querido como a nada en el mundo, pero me demostraron que cuando dejaba a mi hija en el coche y me metía en el bar era porque no la quería. Te dicen cosas duras y te das cuenta de que es verdad, de que lo que haces es por culpa del alcohol. Sino fueran así de contundentes, no duraba nadie, la asociación de Illescas es una de las que menos recaídas tiene y donde más dura la gente por su contundencia.
Un alcohólico necesita que el familiar le apoye al cien por cien e ir a una asociación. Una persona sin la asociación no sale, eso por supuesto, por lo menos a hacer una entrevista. El proceso es muy duro, yo he visto pasar por la asociación a por lo menos mil personas, pero muchos no duran mucho.
Hay diferentes situaciones en el día a día a las que te tienes que enfrentar, para poner en práctica lo que te enseñan en la asociación, eso sí, siempre de forma voluntaria, Un día fuimos a una romería que organizaba otra asociación y tuvimos que llevar nuestra comida porque hicieron caldereta que lleva vino de condimento. Para nosotros hicimos una barbacoa. No todas las asociaciones son iguales.
En mi primer año de abstinencia, coincidió con el primer curso de carrera de mi hijo, no tenía carnet de conducir y le tenía que llevar las cosas, la ropa, maletas… a la residencia de estudiantes donde estaba y luego, cuando acabó el curso ir a recogerlas, yo no pude ir, tuvo que ir mi cuñado a llevarlas y a recogerlas. A mi hijo también le hicieron una operación en la cabeza y no fuimos a la operación. En mi primer año mi mujer era la que me sacaba los cafés fuera cuando íbamos a un bar.
En una enfermedad como el alcoholismo, si no haces buenos cimientos, la casa se hunde.
En la asociación nadie obliga a nadie, te hablan de lo que hay que hacer y luego eres tú el responsable de adaptarlo como mejor te venga.
Es muy duro, el alcohol tiene mucha fuerza, igual que la cocaína. He visto gente que le quitaba el dinero de la hucha a sus hijos, o quitar el dinero del alquiler para pagar el mes. La cocaína es más cara, pero con el alcohol, con un euro te puedes emborrachar con un cartón de vino barato. Muchas veces he salido llorando y cabreado de la terapia por lo que te dicen, luego reflexiono y pienso que a lo mejor tenían razón. Cuando me dijeron que tenía que dejar de vender en los bares no me lo podía creer, pero lo dejé y no lo he vuelto a hacer, llevo así 14 años. No quiero que se rompa el cántaro de tanto ir a la fuente.
Ahora me siento feliz, cada vez que hago una año más en abstinencia es mi cumpleaños, me felicitan mi mujer y mis hijos igual que si cumpliera años de vida. Cuando los cumplo me digo a mí mismo –a por otro año más- y tengo muy metido en la cabeza que en la vida, con sus peros y sus contras, si hubiera seguido consumiendo a lo mejor no estaba aquí, no estaba con la mujer que tengo no disfrutaría tanto de mis hijos y de mis nietos. Estoy más feliz que nunca. Me siento libre cogiendo el coche, no tengo miedo como antes a que me pare la Guardia Civil, al contrario, ahora quiero que me pare para que me haga la prueba y que de 0,0.
Tengo una nieta con seis años que nos quiere con locura, está a unos 600 metros de casa y solo la podemos ver por videoconferencia y una nieta que nació el día 12 solo la conocemos por videoconferencia. Dentro de poco las veré, cuando dejen salir a ver a los familiares. A mi hijo y mi nuera tampoco puedo verlos, están en Cáceres teletrabajando y los veo por videoconferencia. Mi ilusión ahora es que esto pase y siga sin consumir el tiempo que me queda de vida.
Se me encendió una luz y ¡en qué hora se me encendió!. Le doy gracias a la asociación, a mi mujer, a mis hijos, a mis nietos , también a mí que he querido salir y a mi yerno que me ha apoyado mucho y ha consolado mucho a mi hija. Me han dado mucha fuerza y me la van a dar a lo largo de mi vida porque quiero morirme sin probar el maldito alcohol.