Darío Rodríguez Mayo
Darío Rodríguez Mayo
Me llamo Darío, tengo 22 años, soy maestro de Educación Primaria y voluntario de animación hospitalaria.
Me llamo Darío, tengo veintidós años, hace cinco que tuve un cáncer, y esta es mi historia.
Con 17 años, una vez terminado primero de bachillerato, comienzas a construir con claridad tu futuro. Pero justo el día en que debes recoger las notas de fin de curso te dicen algo que cambiaría mi vida: “tienes una masa en el cerebro”.
Fueron muchos los meses con dolores de cabeza y con mareos practicando mi deporte favorito, el fútbol.
Tras un escáner, me dicen: “Tienes una lesión en el cerebro, tienes una masa, debes ir a Oviedo”.
Desde Cangas del Narcea, mi madre y yo nos fuimos en ambulancia al HUCA. Eran momentos de incertidumbre y de dolor, de mucho dolor.
Debía quedarme ingresado y me dicen que tendría que pasar por al menos una intervención. Tres días después, el 25 de junio de 2012, me someten repentinamente a una pequeña intervención (similar a una biopsia). Eran las siete de la tarde cuando me dicen unas palabras que jamás olvidaré:
“Mira Darío, esa masa que tienes es un tumor cerebral. Tienes dos opciones: huir del problema y dejarlo a un lado, lo cual es pan para hoy y hambre para mañana; o aceptarlo y enfrentarte a él. Tú eliges”. Y elegí, ¡vaya que si elegí!
Dos horas de quirófano y una dura noche en reanimación para continuar mi estancia en el hospital, en esa semana que marcaría mi vida. El 5 de julio se acercaba, y la segunda y la más importante de las operaciones. Recuerdo esos días anteriores, no nos lo terminábamos de creer. ¿Por qué a nosotros? ¿Por qué a mí? Nueve horas de quirófano que marcarían mi vida. Nueve horas en las que mi familia sufrió hasta límites insospechados, pues apenas había noticias durante aquellos tediosos minutos.
Pero después de esas horas, por fin las hubo. Y bastantes buenas, pues habían conseguido extraerme un 80% del tumor. Quedaba un 20% que se iría con radio…
Recuperación lenta pero con una mejoría muy notable, y las buenas noticias de todos los análisis eran muy buenas.
El 16 de julio, cuando recibo el alta, me dicen que debo someterme antes de la radio a quimioterapia. Como si fuera ayer recuerdo la tremenda tristeza que me produjo esa noticia, pues era totalmente inesperada. Tendría que quedarme de nuevo ingresado…
Pero nadie iba a borrarme la SONRISA ese día, como nadie lo había hecho hasta ahora. Cuatro sesiones a lo largo del verano, con ese malestar propio que produce, con la caída del pelo y con una bajada continua de mis defensas que me hacía necesitar sangre. (…)
Comenzaba el curso pero no podría reincorporarme hasta haberla terminado, y por fin, una vez empezada la radio (proceso rápido pero tedioso, pues debes ir cada día al hospital), volvía a clase, volvía a mi vida, a mi día a día. A pesar de comenzar segundo de bachillerato (con la selectividad a la vuelta de la esquina) en el mes de diciembre, conseguí sacar aquel curso, gracias al apoyo de todos los que me rodearon en aquel momento y lo habían hecho antes.
Tengo cáncer, ¿y ahora qué? (…)
No busques escusas. Te ha tocado a ti. ¿Por qué? Mala suerte. ¿Qué injusticia, no? Como la vida misma. Por eso es importante que todos rememos en la misma dirección para acabar con todas ellas, incluido el cáncer.
No avisa, no sabes si te va a tocar ni cuándo. Pero debemos estar preparados para enfrentarnos a él. De todo se sale, apóyate en los tuyos y mantén en todo momento una actitud positiva ante la vida y ante este tipo de adversidades. No sirve pasar el tiempo llorando y lamentado, ¿para qué? Seguir cuando no puedas más, es lo que te hace diferente a los demás.
Sonríe. Esa es la clave. La vida es demasiado corta como para perder un minuto en preocupaciones absurdas (…).
Vive la vida y sé feliz.
La historia completa en mi blog: www.pruebaconunasonrisa.blogspot.com.es y en mi libro (“Prueba con una sonrisa” Ediciones Camelot)
En una de las tardes en aquellas habitaciones de oncología pediátrica pican en la puerta y dos chicas con chalecos rojos y con una gran sonrisa entran:
-Hola Darío, ¿te apetece pasar la tarde con nosotr@s?
Pude ver todo lo increíble que aquellas personas que durante su tiempo libre hacían con niños enfermos. Curaban, curaban el alma. Me prometí que algún día sería uno de ellos.
Y es que ahora soy uno de esos chicos que van al hospital a sacar sonrisas a los niñ@s hospitalizados. Además, en un futuro próximo, espero dedicarme a lo que más me gusta como maestro de Educación Primaria, los niños.
Aprendí muchas cosas del cáncer, qué diantres, lo aprendí todo. Aprendí a valorar lo que realmente importa: a mi familia, a mis amigos, la salud y las pequeñas cosas de la vida. Aprendí a vivir la vida y ser feliz.