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Carmen Prieto, Neumonía, Córdoba, España.

Neumonía

"El arte de sobrevivir"

Carmen Prieto

Carmen Prieto

Imagen de perfil de Carmen Prieto, Neumonía, Córdoba, España

Mi nombre es Carmen Prieto Gómez y si algo aprendí con la enfermedad (neumonía severa), es que el tiempo deja de ser eterno y que probablemente nos acaba de tocar el turno a nosotros.

La enfermedad es cruel, porque cambia las reglas del juego, la amenaza del exterior ya está en el interior y no lo podemos controlar.

Es difícil aceptar que nuestros planes cambian y el sufrimiento representa la pérdida de tiempo y de oportunidad. De golpe se nos va una parte muy importante de nuestra vida, LA SALUD.

Un 26 de diciembre de 2013 mi vida se paró en seco y ya no arranqué la última hoja del calendario de ese año…

Con 30 años, una neumonía severa, dos infecciones más y unas expectativas de vida muy cortas, así terminé ese año.

La única opción fue esperar para arrancar una nueva vida con unos pulmones muy cuidados por todo el personal sanitario, me costó pasar por la vida en UCI.

La falta de aire es una sensación angustiosa, el dolor lo puedes rebajar, la falta de aire no. Ves que los médicos tampoco te alivian en tu batalla por intentar respirar a cada segundo.

Tienes que concentrarte para sacar fuerzas en esos angustiosos momentos, para intentar por todos los medios coger una bocanada más de aire.

Cualquier movimiento me desestabilizaba por completo, y un deterioro físico importante fueron algunas de las consecuencias físicas que viví.

40 días en una UCI en ese pulso con la vida, una tortura que los médicos intensivistas junto a todo su equipo intentaron amortiguar de día y de noche en ese largo y espinoso camino.

20 días con un respirador artificial sonando a cada momento, una especie de tortura…

Lo que nunca imaginé que esa máquina respiraba por mí.

Cuando “dormía”, muchos “sueños” iban y venían en mi cabeza, perfilaba sutilmente alguna imagen que luego se desvanecía. Pero sí era consciente que había mucha gente cuidándome: me acariciaban y me hablaban, con la misma dulzura como si fuese de su familia en ese BOX, pero nunca entendí qué pasaba, por qué no me podía mover en aquella cama…

Recuerdo con cariño cómo se preocupaban los auxiliares en comprobar qué pensaba o que decían mis labios silenciados, ya que no podía emitir sonido debido a la traqueotomía…

Recuerdo aquella enfermera que aún sin poder beber agua, me daba agua para calmar mi sed, o a esa otra enfermera que sentada en mi cama me cogía las manos y me hablaba todas las noches, porque solo con una mirada sabía qué quería en cada momento.

Aquel médico que me levantó la persiana para decirme “mira qué bonito está el día”…

Y es que creemos que tenemos la vida asegurada, hasta que llega la enfermedad y hace que pares tu camino.

En la UCI aprendí, peleé y lucharon por mí.

Me enseñaron que nada grande se ha hecho en la historia sin ilusión y esperanza.

También me enseñaron que en las peores condiciones es cuando conoces a las mejores personas.

Con ellos aprendí, que aunque no se puede curar a todo el mundo, sí se puede cuidar a todo el mundo.

Aprendí que no le tengo miedo a la muerte, (aunque te sople detrás de las orejas), sino al sufrimiento…

Pero también perdí mi dignidad, se la di a los médicos, enfermeros y auxiliares.

En cada latido me repetía una y otra vez que me estaba armando desde mis pedazos y se llega a un punto en el que solo tenemos la esperanza y entonces descubrimos que lo tenemos todo.

El dolor que he sentido no se eliminaría automáticamente.

Somos demasiado orgullosos como para estar sentados o postrados en una cama durante un tiempo o toda la vida y que alguien atienda tus necesidades más íntimas.

Debes estar lo suficientemente bien y tener control de tus funciones para hacerlo y no siempre es posible, entonces es cuando llega el largo camino que tienes que recorrer para tu recuperación física y mental.

Porque en el momento que eres una enfermedad o eres el paciente del BOX 13, tu identidad como persona la dejas fuera.

… y es que tuve la suerte de conocer a personas que tuvieron el coraje de acercarse al sufrimiento para transformarlo en salud.

"Las cicatrices enseñan, pero las caricias también"

Foto de la historia de salud de Carmen Prieto, Neumonía, Córdoba, España

Actualmente mis secuelas se traducen en una neuropatía de paciente crítico, que tengo en miembros inferiores, debído a tantos días inmovilizada y al tratamiento tan fuerte al que fuí sometida para no morir.

No me permite realizar la misma vida activa que antes tenía, pero al menos, de otro modo, vivo mejor.

Porque todas las personas deberían tener una segunda oportunidad, para la vida, para el amor, para sonreir y para disfrutar. 

PORQUE EN LA SEGUNDA OPORTUNIDAD NO TRATAS DE SER TAN PERFECTA.
Todo el cariño en éstas palabras, que ésa tristeza, éstas palabras, las convierta en esperanza y aliento para el enfermo y luz para los familiares.-

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