Beatriz Sebastián
(Persona que cuida)
Beatriz Sebastián
He tenido la gran suerte de que la persona que más tiempo compartió conmigo en la vida llegase a cumplir 100 años. Mi abuela me crió y me enseñó a ser la persona que soy ahora. Dedicó toda su vida a su familia, trabajó fuera de casa, fue una gran profesional y sobre todo la mejor cuidadora del mundo. Siempre será el pilar de mi vida.
En el año 2012, cuando ella cumplió 92 y aún lo hacía todo sola (incluido ir a la compra con su carrito a cuestas) comencé a recopilar sus enseñanzas y dichos curiosos para que perdurasen para siempre. Incluso se los iba leyendo de vez en cuando y los repasábamos juntas mientras "se mondaba" de la risa.
Siempre le preocupó "darnos guerra" (cuando ella nos lo había dado TODO...). Fue tan fuerte que casi no necesitó ayuda hasta sus últimos años, empezó por no querer salir a la calle porque casi no podía andar y en casa se manejaba muy bien. La costura era su pasión y por ahí encontré la manera de mantener su mente ocupada.
Le hacía todo tipo de encargos. Le pedía que dibujase patrones y firmase con su nombre, que me contase el proceso paso a paso y aunque me llamaba "pesada" pude conseguir que tuviese siempre algo entre manos.
Todos los días sin fallar uno, hablábamos por teléfono y le decía que me explicase qué película había visto, qué artistas salían o qué había comido. Se lo tomaba a risa y nos pasábamos más de media hora de charla.
Cuando empezó a fallarle el discurso yo disimulaba pero ella era muy consciente de todo.
Había días que no quería coser porque estaba harta y entonces iba a verla, le cortaba las uñas o el pelo y le echaba colonia para que cambiase de rutina y animarla. Las preciosas labores ya iban saliendo peor aunque para mi eran obras de arte y así se lo hacía ver.
Le hacía recordar el nombre de los vecinos o la liturgia de la misa para que siguiese pensando porque cada vez se iba notando más la degeneración cognitiva.
Me asusté mucho un día que estaba cosiendo y de repente se le paralizó la mano, ella sabía que iba a peor pero de nuevo disimulando le quitamos importancia.
Pasado el tiempo confundía mi nombre y no tenía clara la relación que había entre nosotras; a mi eso me mataba por dentro pero no paraba de sonreirle y darle besos y abrazos mientras le recordaba todo lo que ella había hecho por mi.
Por teléfono al final ya no me reconocía pero yo insistía en darle conversación cada día aunque fuese duro ver que no la seguía.
Para merendar le llevaba rosquillas de anís y empezó a conocerme sólo por ser "la chica rubita que viene a traerme las rosquillitas”...
No entendía por qué yo la trataba con tantísimo cariño, ya no recordaba apenas nada pero tenía pequeños detalles y gestos que me transmitían su amor, su agradecimiento e incluso su forma de despedirse.
Nunca he vivido sin hablar con ella un sólo día hasta que el año pasado nos dejó y nunca pasará un segundo de mi vida sin que me venga a la cabeza una frase, una reacción, una canción o una enseñanza suya.
Por eso decidí convertir todos sus dichos y costumbres en un podcast ("Los Nietos de" en Ivoox) que consiguiese unir la generación de hierro con todas las que no han tenido la suerte de tener abuelos de los otros años 20.
Premios Relatos Supercuidadores 2022.
Este testimonio ha sido cedido por http://cuidadores.unir.net, con autorización del autor; en colaboración para dar visibilidad a las personas que viven ante la adversidad en la salud.
https://cuidadores.unir.net/premios-supercuidadores/relatos-viii-edicion-2022/3681-los-nietos-de