Àngels
Àngels
Me llamo Ángels y estoy diagnosticada, desde hace seis años, de artrosis.
Tengo artrosis en las manos, los pies, una rodilla, la cadera, las cervicales y alguna que otra vertebra de la columna vertebral. No es una enfermedad grave, vamos que no me moriré de esto, pero sí que es una enfermedad que molesta, duele, limita, incapacita, deforma… y que me va a acompañar mientras viva.
Me la diagnosticaron cuando ya llevaba unos tres o cuatro años, de visitas médicas, calmantes, antiinflamatorios, rehabilitación, fisioterapia… En realidad cuando tuve un diagnostico claro me alegré de poder ponerle nombre a lo que me pasaba.
He dedicado mi vida profesional a la enseñanza, concretamente en educación infantil. Me encantaba mi profesión y disfrutaba trabajando en esta etapa de la infancia en la que se sientan las bases, los cimientos para la futura educación y formación.
El último periodo de mi vida profesional lo pasé francamente mal porque me dolía todo: me costaba agacharme, levantarme, estar de pie, andar en una salida escolar, estar sentada en un viaje en autocar, levantar las persianas del aula, abrir los botes de pintura, preparar un trabajo manual recortando… Y este quiero y no puedo; o no puedo y los alumnos me necesitan al cien por cien, me generaba una cierta ansiedad y estrés.
Fui con el diagnostico y mis dificultades laborales a ver a mi médico de empresa, para poder solicitar un cambio de destino, acorde a mis actuales circunstancias de salud. Él valoró que la artrosis era algo asociado a la edad, que a algunos les llega antes (mi caso) y a otros más tarde y que mi trabajo de profesora era intelectual; que yo no era un pintor de paredes, ni hacia mudanzas, así que podía estar con veinticinco niños de tres años sin ningún problema, y que si algo me suponía una gran dificultad pidiese ayuda a mis compañeros de claustro. ¡No me entendió!
Toqué fondo y al terminar el curso escolar me prejubilé, tres años antes de la edad en la que me tocaba y viendo mermada, como consecuencia, mi pensión.
La familia, la pareja, a veces eran un soporte. En cambio otras veces, como la enfermedad no se ve y es crónica, me parecía que no me comprendían bien y esperaban de mí más de lo que yo podía hacer. Esta percepción me entristecía.
En este momento de mi etapa vital entré en contacto con una asociación de pacientes de artrosis y tuve la oportunidad de conocer mejor la enfermedad, posibilidades de mejora, tratamientos actuales, alimentación favorable…el saber me ayudó a relativizar el dolor y a darle la importancia que tiene, pero no más. Conocer, tener información, saber a qué me tenía que enfrentar y cómo fue para mí de gran ayuda.
También conocer a algunas personas, con un grado de artrosis más avanzado que el mío y ver cómo le plantan cara al dolor cada día, y luchan por tirar adelante me dio y me da ánimos. Entre ellas mi anciana madre que, con una importante deficiencia motriz a causa de la artrosis, nunca pierde el sentido del humor.
Y encontrarme con buenos profesionales, médicos que escuchan, comprenden y tratan de que la calidad de vida del paciente sea la mejor posible.
Intento no ver la enfermedad como una fatalidad, sino como una oportunidad de superar esta prueba que la vida me ha puesto.
Procuro no dejarme abatir, tomar la medicación cuando me la recetan, moverme, andar con ganas o sin ellas, alimentarme correctamente, no quejarme demasiado y hacer cosas útiles para mí y para los demás, en la medida que puedo.
Me ayuda intentar tener una actitud positiva. Aceptar que hay días, o temporadas, en la que se pueden hacer ciertas cosas y otras en las que no y hay que echar el freno.
He participado en algunos estudios de investigación. Sentirme parte activa de la solución también ha hecho que lleve mejor la situación.
Si tuviera que dar un consejo a alguien con mi misma enfermedad le diría: muévete, averigua, asóciate a alguna entidad que investigue, no te dejes abatir y trata de ser útil a los demás en lo que puedas. Centrarte en tu dolor ni ayuda, ni mejora.